lunes, 27 de agosto de 2007

La muerte de Raymond Barre.

Por Rodolfo Menéndez y Menéndez

Acaba de morir en París un destacado hombre de la política y de la academia francesas: Raymond Barre. El Ex Primer Ministro de la República, lo fue bajo la Presidencia de Giscard D’Estaing en 1976, murió a la edad de 83 años de una insuficiencia renal en el famoso hospital Val de Grace en la capital francesa.
En 1966, durante su pleno desempeño académico, fue mi maestro en la cátedra de Economía Política en la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas de la Universidad de París. Muchas generaciones de egresados de la Facultad y de su Instituto para la Administración de Empresas aprendimos en su reconocido y didáctico manual de Economía Política editado por primera vez en 1955 como una aportación de su autor a la bibliografía de las ciencias económicas franceses y a su verdadera modernización que data precisamente de esa época.
Recuerdo claramente y con gran estima sus conferencias magistrales en el gran auditorio de la Facultad, entonces ubicado en la Plaza del Panteón a unos pasos del viejo edificio de la Sorbona y del parque de Luxemburgo, en el barrio latino de la Ciudad Luz, en las que proyectaba, ya desde la juventud que gozaba en esos años, su gran personalidad y lo inconfundible de su espíritu libre e independiente.
Nos insistía con elocuencia que hago constar en mis apuntes estudiantiles de aquel tiempo: “La Economía es una ciencia que pertenece al capítulo de las Ciencias del Hombre, de las Ciencias Sociales, que no son menos desde el punto de vista de su carácter científico que las Ciencias Físicas que son las Ciencias de la Naturaleza. Y si bien éstas se pueden definir en términos materiales y objetivos, aquella, la que nos ocupa, la Economía, se refiere a una relación entre el hombre y las cosas y por tanto ha de ser expresada con criterios subjetivos pero no por ello menos científicos…” Él quería elevar el rango de la disciplina económica-política de la condición artesanal que entonces todavía sufría de forma muy generalizada en la Francia de la post-guerra.
Fue precisamente ese impulso el que le valió su ingreso a la política francesa cuando en 1959 atendió una invitación del gaullismo en ese entonces en el poder, para hacerse cargo de una importante Dirección en el gabinete de Jean Marcel Jenneney, a la sazón Ministro de Industria bajo la Presidencia del General De Gaulle. Menos de veinte años después habría de ser nombrado Ministro de Finanzas y poco después, simultáneamente, Primer Ministro bajo la consideración expresada así por el por el entonces Presidente francés Valery Giscard D’Estaing de ser “el mejor economista de Francia”.
A pesar del auge que vivió en su actividad eminentemente política no abandonó, nunca totalmente, el ámbito de la academia al que tengo la impresión que prefería por encima del servicio público. Ciertamente y es quizá su mayor mérito, fue el carácter de hombre independiente y su espíritu de libertad, lo que le puso por encima de la política de partidos y del vaivén convenenciero propio de esa actividad. De aquí, y también por su condición de tecnócrata, que nunca haya gozado de gran popularidad, en el sentido electoral del término, cosa que quedó palmariamente demostrada cuando en 1988 obtuvo sólo un 16% de los votos en la primera vuelta de la elección presidencial en la que finalmente Jacques Chirac habría de perder ante Francois Mitterand.
Esa independencia de criterio exasperó constantemente a sus colegas de partido en el centrismo en el que siempre militó, a veces más inclinado a la derecha, a veces a la izquierda, pero siempre interpretando desde su ángulo el interés superior de su país. Y aquí es donde coinciden quienes hoy, desde la política francesa y a la hora de su muerte, juzgan el paso de Raymond Barre por la vida pública. Fue un hombre de Estado capaz de esgrimir la verdad por encima de los intereses de clanes, de grupos, de partidos. Porque finalmente eso es justamente lo que califica y da dimensión a un verdadero hombre de Estado: el poder remontar los intereses particulares para hacer valer por medio de la gestión pública el interés general de una nación. De esos hombres necesitamos en México.

Imagen de Le Figaro.

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