jueves, 29 de enero de 2009

¿Se muere el hiper-capitalismo?


Juan O'Gorman "Monumento Fúnebre del Capitalismo Industrial", 1943

Un mundo nuevo: Obama, operando desde el corazón del imperio, en uso del bisturí de mando recién tomado, logra sus primeras victorias ante su Congreso al aprobarse (277 contra 188) en la Cámara de Representantes, el plan de estímulo económico por 825,000 millones de U$, con que intenta rescatar la economía de los Estados Unidos, dando así una patada en el trasero a la quintaesencia del capitalismo. Al mismo tiempo, en el Foro Económico Mundial de Davos se reúne lo más granado del empresariado y la dirigencia mundial para discutir y aceptar tácita y expresamente la intervención del Estado en la economía de los países. Nunca antes, en la historia moderna se había reconocido, aun por los recalcitrantes, con tanta claridad la insuficiencia e incapacidad del capitalismo y del mercado para resolver sus contradicciones. Adam Smith, padre de esa escuela de pensamiento, debe estar incómodo, removiéndese en su tumba.

Mientras tanto, en otro extremo del mundo, en Belem, Brasil, reunidos como cada año desde hace varios, la contra del capitalismo mundial festeja en cierta manera la muerte del hiper-capitalismo y canta odas a su razón. ¡Lo dijimos, lo dijimos! parecen entonar los participantes en el Foro Social Mundial. "Definitiva intervención estatal", "mercado socialmente responsable", son las divisas de siempre que hoy parecen estar triunfando, o al menos emergiendo con fuerza incontestable.

He aquí el reportaje de Juan Arias para El País de lo que ocurre en el país sudamericano:


"De una forma u otra, los 120.000 activistas llegados de todo el mundo al Foro Social Mundial (FSM) que se celebra en la ciudad brasileña de Belém son de izquierdas. De todas las izquierdas: antiguas y modernas. Unas izquierdas sin horizontes en las que se dan cita viejos leninistas, nuevos ecologistas, anarquistas con banderas negras, curas progresistas e incluso asociaciones de prostitutas. Muchas izquierdas con una sola pregunta: ¿qué hacer con el capitalismo? Y una novedad: por primera vez, ninguna de esas izquierdas ha quemado banderas estadounidenses, como ocurría en ediciones anteriores a este encuentro, concebido como alternativa al Foro Económico Mundial de Davos (Suiza). El que ahora se desarrolla en Belém, que en años previos parecía agonizar víctima de la euforia neoliberal de un mundo cada vez más rico, ha resucitado con fuerza gracias a la crisis financiera mundial, que ha cambiado el reparto de la baraja. Sin embargo, aunque la pregunta sobre el futuro del capitalismo es el denominador común de los debates y conferencias del foro, no existe consenso acerca de cómo o con qué sustituirlo. En las discusiones se perfilan dos tendencias: por un lado, la de quienes quieren sustituir el capitalimo por otro sistema económico, sin especificar cuál. Algunos, como el Movimiento de los Sin Tierra (MST), abogan por una vuelta al socialismo. ¿Pero qué socialismo? Eso ya es más difícil de definir, a pesar de que varios expertos, como el sociólogo español Ignácio Ramonet, pidió que el FSM emprenda batallas comunes con los Gobiernos de ruptura con el capitalismo, como los de Venezuela, Bolivia y Ecuador. "Mercado socialmente responsable" La segunda tendencia, más moderada, es la defendida por uno de los creadores del foro, Oded Grajew, quien propone como alternativa al sistema que se ha roto lo que califica de "capitalismo socialmente responsable". En vez de mercado libre, pide un "mercado socialmente responsable, con una democracia más participativa". No rechaza la existencia de empresas privadas, pero siempre, puntualiza, "que sean controladas socialmente". Junto a la pregunta de qué hacer con el capitalismo, otro interrogante suena con fuerza en el foro de Belém: ¿dónde tenían los Gobiernos del mundo esos miles de millones de dólares que ahora se sacan de la manga para salvar el sistema financiero y de los que carecían cuando se trataba de invertir en educación o sanidad? Si desde su primera edición, en 2001, el foro social se presentó como contrapunto al de Davos, este año el antagonismo no puede ser más evidente y puntual. El Partido de los Trabajadores (PT), que gobierna en Brasil y al que el foro acusa de haber renunciado a sus raíces de izquierda, ha movilizado a 3.000 militantes para preparar un clima favorable a la llegada del presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, que este año ha preferido asistir al encuentro de Belém en lugar de al de Davos. Según alguno de sus asesores, parece que el presidente arremeterá con fuerza contra el capitalismo y contra los que han originado la crisis financiera internacional. No ha sido aún confirmada la participación de Lula en el debate previsto entre los Sin Tierra y los presidentes de Venezuela, Hugo Chávez; Bolivia, Evo Morales, y Paraguay, Fernando Lugo. El MST, al parecer, no ha invitado a Lula, con quien mantiene numerosas diferencias."



Bookmark and Share

martes, 20 de enero de 2009

Nuevo Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica

.
.
(La que sigue es la traducción al español tomada de El Pais.com)
.

Queridos conciudadanos:
Me presento aquí hoy humildemente consciente de la tarea que nos aguarda, agradecido por la confianza que habéis depositado en mí, conocedor de los sacrificios que hicieron nuestros antepasados. Doy gracias al presidente Bush por su servicio a nuestra nación y por la generosidad y la cooperación que ha demostrado en esta transición.
Son ya 44 los estadounidenses que han prestado juramento como presidentes. Lo han hecho durante mareas de prosperidad y en aguas pacíficas y tranquilas. Sin embargo, en ocasiones, este juramento se ha prestado en medio de nubes y tormentas. En esos momentos, Estados Unidos ha seguido adelante, no sólo gracias a la pericia o la visión de quienes ocupaban el cargo, sino porque Nosotros, el Pueblo, hemos permanecido fieles a los ideales de nuestros antepasados y a nuestros documentos fundacionales. Así ha sido. Y así debe ser con esta generación de estadounidenses.
Es bien sabido que estamos en medio de una crisis. Nuestro país está en guerra contra una red de violencia y odio de gran alcance. Nuestra economía se ha debilitado enormemente, como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también por nuestra incapacidad colectiva de tomar decisiones difíciles y preparar a la nación para una nueva era. Se han perdido casas; se han eliminado empleos; se han cerrado empresas. Nuestra sanidad es muy cara; nuestras escuelas tienen demasiados fallos; y cada día trae nuevas pruebas de que nuestros usos de la energía fortalecen a nuestros adversarios y ponen en peligro el planeta.
Estos son indicadores de una crisis, sujetos a datos y estadísticas. Menos fácil de medir pero no menos profunda es la destrucción de la confianza en todo nuestro territorio, un temor persistente de que el declive de Estados Unidos es inevitable y la próxima generación tiene que rebajar sus miras. Hoy os digo que los problemas que nos aguardan son reales. Son graves y son numerosos. No será fácil resolverlos, ni podrá hacerse en poco tiempo. Pero debes tener clara una cosa, América: los resolveremos.
Hoy estamos reunidos aquí porque hemos escogido la esperanza por encima del miedo, el propósito común por encima del conflicto y la discordia. Hoy venimos a proclamar el fin de las disputas mezquinas y las falsas promesas, las recriminaciones y los dogmas gastados que durante tanto tiempo han sofocado nuestra política.
Seguimos siendo una nación joven, pero, como dicen las Escrituras, ha llegado la hora de dejar a un lado las cosas infantiles. Ha llegado la hora de reafirmar nuestro espíritu de resistencia; de escoger lo mejor que tiene nuestra historia; de llevar adelante ese precioso don, esa noble idea, transmitida de generación en generación: la promesa hecha por Dios de que todos somos iguales, todos somos libres, y todos merecemos una oportunidad de buscar toda la felicidad que nos sea posible.
Al reafirmar la grandeza de nuestra nación, sabemos que esa grandeza no es nunca un regalo. Hay que ganársela. Nuestro viaje nunca ha estado hecho de atajos ni se ha conformado con lo más fácil. No ha sido nunca un camino para los pusilánimes, para los que prefieren el ocio al trabajo, o no buscan más que los placeres de la riqueza y la fama. Han sido siempre los audaces, los más activos, los constructores de cosas -algunos reconocidos, pero, en su mayoría, hombres y mujeres cuyos esfuerzos permanecen en la oscuridad- los que nos han impulsado en el largo y arduo sendero hacia la prosperidad y la libertad.
Por nosotros empaquetaron sus escasas posesiones terrenales y cruzaron océanos en busca de una nueva vida. Por nosotros trabajaron en condiciones infrahumanas y colonizaron el Oeste; soportaron el látigo y labraron la dura tierra. Por nosotros combatieron y murieron en lugares como Concord y Gettysburg, Normandía y Khe Sahn. Una y otra vez, esos hombres y mujeres lucharon y se sacrificaron y trabajaron hasta tener las manos en carne viva, para que nosotros pudiéramos tener una vida mejor. Vieron que Estados Unidos era más grande que la suma de nuestras ambiciones individuales; más grande que todas las diferencias de origen, de riqueza, de partido.
Ése es el viaje que hoy continuamos. Seguimos siendo el país más próspero y poderoso de la Tierra. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando comenzó esta crisis. Nuestras mentes no son menos imaginativas, nuestros bienes y servicios no son menos necesarios que la semana pasada, el mes pasado ni el año pasado. Nuestra capacidad no ha disminuido. Pero el periodo del inmovilismo, de proteger estrechos intereses y aplazar decisiones desagradables ha terminado; a partir de hoy, debemos levantarnos, sacudirnos el polvo y empezar a trabajar para reconstruir Estados Unidos.
Porque, miremos donde miremos, hay trabajo que hacer. El estado de la economía exige actuar con audacia y rapidez, y vamos a actuar; no sólo para crear nuevos puestos de trabajo, sino para sentar nuevas bases de crecimiento. Construiremos las carreteras y los puentes, las redes eléctricas y las líneas digitales que nutren nuestro comercio y nos unen a todos. Volveremos a situar la ciencia en el lugar que le corresponde y utilizaremos las maravillas de la tecnología para elevar la calidad de la atención sanitaria y rebajar sus costes. Aprovecharemos el sol, los vientos y la tierra para hacer funcionar nuestros coches y nuestras fábricas. Y transformaremos nuestras escuelas y nuestras universidades para que respondan a las necesidades de una nueva era. Podemos hacer todo eso. Y todo lo vamos a hacer.
Ya sé que hay quienes ponen en duda la dimensión de mis ambiciones, quienes sugieren que nuestro sistema no puede soportar demasiados grandes planes. Tienen mala memoria. Porque se han olvidado de lo que ya ha hecho este país; de lo que los hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación se une a un propósito común y la necesidad al valor.
Lo que no entienden los escépticos es que el terreno que pisan ha cambiado, que las manidas discusiones políticas que nos han consumido durante tanto tiempo ya no sirven. La pregunta que nos hacemos hoy no es si nuestro gobierno interviene demasiado o demasiado poco, sino si sirve de algo: si ayuda a las familias a encontrar trabajo con un sueldo decente, una sanidad que puedan pagar, una jubilación digna. En los programas en los que la respuesta sea sí, seguiremos adelante. En los que la respuesta sea no, los programas se cancelarán. Y los que manejemos el dinero público tendremos que responder de ello -gastar con prudencia, cambiar malos hábitos y hacer nuestro trabajo a la luz del día-, porque sólo entonces podremos restablecer la crucial confianza entre el pueblo y su gobierno.
Tampoco nos planteamos si el mercado es una fuerza positiva o negativa. Su capacidad de generar riqueza y extender la libertad no tiene igual, pero esta crisis nos ha recordado que, sin un ojo atento, el mercado puede descontrolarse, y que un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos. El éxito de nuestra economía ha dependido siempre, no sólo del tamaño de nuestro producto interior bruto, sino del alcance de nuestra prosperidad; de nuestra capacidad de ofrecer oportunidades a todas las personas, no por caridad, sino porque es la vía más firme hacia nuestro bien común.
En cuanto a nuestra defensa común, rechazamos como falso que haya que elegir entre nuestra seguridad y nuestros ideales. Nuestros Padres Fundadores, enfrentados a peligros que apenas podemos imaginar, elaboraron una carta que garantizase el imperio de la ley y los derechos humanos, una carta que se ha perfeccionado con la sangre de generaciones. Esos ideales siguen iluminando el mundo, y no vamos a renunciar a ellos por conveniencia. Por eso, a todos los demás pueblos y gobiernos que hoy nos contemplan, desde las mayores capitales hasta la pequeña aldea en la que nació mi padre, os digo: sabed que Estados Unidos es amigo de todas las naciones y todos los hombres, mujeres y niños que buscan paz y dignidad, y que estamos dispuestos a asumir de nuevo el liderazgo.
Recordemos que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y el comunismo no sólo con misiles y carros de combate, sino con alianzas sólidas y convicciones duraderas. Comprendieron que nuestro poder no puede protegernos por sí solo, ni nos da derecho a hacer lo que queramos. Al contrario, sabían que nuestro poder crece mediante su uso prudente; nuestra seguridad nace de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y la moderación que deriva de la humildad y la contención.
Somos los guardianes de este legado. Guiados otra vez por estos principios, podemos hacer frente a esas nuevas amenazas que exigen un esfuerzo aún mayor, más cooperación y más comprensión entre naciones. Empezaremos a dejar Irak, de manera responsable, en manos de su pueblo, y a forjar una merecida paz en Afganistán. Trabajaremos sin descanso con viejos amigos y antiguos enemigos para disminuir la amenaza nuclear y hacer retroceder el espectro del calentamiento del planeta. No pediremos perdón por nuestra forma de vida ni flaquearemos en su defensa, y a quienes pretendan conseguir sus objetivos provocando el terror y asesinando a inocentes les decimos que nuestro espíritu es más fuerte y no podéis romperlo; no duraréis más que nosotros, y os derrotaremos.
Porque sabemos que nuestra herencia multicolor es una ventaja, no una debilidad. Somos una nación de cristianos y musulmanes, judíos e hindúes, y no creyentes. Somos lo que somos por la influencia de todas las lenguas y todas las culturas de todos los rincones de la Tierra; y porque probamos el amargo sabor de la guerra civil y la segregación, y salimos de aquel oscuro capítulo más fuertes y más unidos, no tenemos más remedio que creer que los viejos odios desaparecerán algún día; que las líneas tribales pronto se disolverán; y que Estados Unidos debe desempeñar su papel y ayudar a iniciar una nueva era de paz.
Al mundo musulmán: buscamos un nuevo camino hacia adelante, basado en intereses mutuos y mutuo respeto. A esos líderes de todo el mundo que pretenden sembrar el conflicto o culpar de los males de su sociedad a Occidente: sabed que vuestro pueblo os juzgará por lo que seáis capaces de construir, no por lo que destruyáis. A quienes se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y acallando a los que disienten, tened claro que la historia no está de vuestra parte; pero estamos dispuestos a tender la mano si vosotros abrís el puño.
A los habitantes de los países pobres: nos comprometemos a trabajar a vuestro lado para conseguir que vuestras granjas florezcan y que fluyan aguas potables; para dar de comer a los cuerpos desnutridos y saciar las mentes sedientas. Y a esas naciones que, como la nuestra, disfrutan de una relativa riqueza, les decimos que no podemos seguir mostrando indiferencia ante el sufrimiento que existe más allá de nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos mundiales sin tener en cuenta las consecuencias. Porque el mundo ha cambiado, y nosotros debemos cambiar con él.
Mientras reflexionamos sobre el camino que nos espera, recordamos con humilde gratitud a esos valerosos estadounidenses que en este mismo instante patrullan desiertos lejanos y montañas remotas. Tienen cosas que decirnos, del mismo modo que los héroes caídos que yacen en Arlington nos susurran a través del tiempo. Les rendimos homenaje no sólo porque son guardianes de nuestra libertad, sino porque encarnan el espíritu de servicio, la voluntad de encontrar sentido en algo más grande que ellos mismos. Y sin embargo, en este momento -un momento que definirá a una generación-, ese espíritu es precisamente el que debe llenarnos a todos.
Porque, con todo lo que el gobierno puede y debe hacer, a la hora de la verdad, la fe y el empeño del pueblo norteamericano son el fundamento supremo sobre el que se apoya esta nación. La bondad de dar cobijo a un extraño cuando se rompen los diques, la generosidad de los trabajadores que prefieren reducir sus horas antes que ver cómo pierde su empleo un amigo: eso es lo que nos ayuda a sobrellevar los tiempos más difíciles. Es el valor del bombero que sube corriendo por una escalera llena de humo, pero también la voluntad de un padre de cuidar de su hijo; eso es lo que, al final, decide nuestro destino.
Nuestros retos pueden ser nuevos. Los instrumentos con los que los afrontamos pueden ser nuevos. Pero los valores de los que depende nuestro éxito -el esfuerzo y la honradez, el valor y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo- son algo viejo. Son cosas reales. Han sido el callado motor de nuestro progreso a lo largo de la historia. Por eso, lo que se necesita es volver a estas verdades. Lo que se nos exige ahora es una nueva era de responsabilidad, un reconocimiento, por parte de cada estadounidense, de que tenemos obligaciones con nosotros mismos, nuestro país y el mundo; unas obligaciones que no aceptamos a regañadientes sino que asumimos de buen grado, con la firme convicción de que no existe nada tan satisfactorio para el espíritu, que defina tan bien nuestro carácter, como la entrega total a una tarea difícil.
Éste es el precio y la promesa de la ciudadanía.
Ésta es la fuente de nuestra confianza; la seguridad de que Dios nos pide que dejemos huella en un destino incierto.
Éste es el significado de nuestra libertad y nuestro credo, por lo que hombres, mujeres y niños de todas las razas y todas las creencias pueden unirse en celebración en este grandioso Mall y por lo que un hombre a cuyo padre, no hace ni 60 años, quizá no le habrían atendido en un restaurante local, puede estar ahora aquí, ante vosotros, y prestar el juramento más sagrado.
Marquemos, pues, este día con el recuerdo de quiénes somos y cuánto camino hemos recorrido. En el año del nacimiento de Estados Unidos, en el mes más frío, un pequeño grupo de patriotas se encontraba apiñado en torno a unas cuantas hogueras mortecinas a orillas de un río helado. La capital estaba abandonada. El enemigo avanzaba. La nieve estaba manchada de sangre. En un momento en el que el resultado de nuestra revolución era completamente incierto, el padre de nuestra nación ordenó que leyeran estas palabras:
"Que se cuente al mundo futuro... que en el más profundo invierno, cuando no podía sobrevivir nada más que la esperanza y la virtud... la ciudad y el campo, alarmados ante el peligro común, se apresuraron a hacerle frente".
América. Ante nuestros peligros comunes, en este invierno de nuestras dificultades, recordemos estas palabras eternas. Con esperanza y virtud, afrontemos una vez más las corrientes heladas y soportemos las tormentas que puedan venir. Que los hijos de nuestros hijos puedan decir que, cuando se nos puso a prueba, nos negamos a permitir que se interrumpiera este viaje, no nos dimos la vuelta ni flaqueamos; y que, con la mirada puesta en el horizonte y la gracia de Dios con nosotros, seguimos llevando hacia adelante el gran don de la libertad y lo entregamos a salvo a las generaciones futuras.
Gracias, que Dios os bendiga, que Dios bendiga a América.

Si quiere ver y escuchar el mensaje del pesidente norteamericano, en su versión original:

domingo, 11 de enero de 2009

IZAMAL, Yucatán, "Pueblo Mágico".


Vista del convento franciscano, Siglo XVI, Izamal, Yucatán.


(Da cuenta de hechicerías malignas que ocurren en Izamal, Yucatán, México, Pueblo Mágico, en pleno siglo XXI)

Destrucción del patrimonio cultural en Izamal.
Por Rodolfo Menéndez y Ménendez

Izamal, entrañable cuna y mortaja de mis ancestros, está catalogado como un pueblo mágico. Lo es por virtud del programa nacional de la Secretaria de Turismo del gobierno federal mexicano, con el fin de reconocer el esfuerzo de los habitantes de ciertas poblaciones de la república por preservar su riqueza cultural e histórica, y lo es, ahora también y contradictoriamente, por efecto de la magia negra con que sus autoridades actuales destruyen y hacen desaparecer su patrimonio cultural. ¿Cuál de los dos pueblos mágicos prevalecerá?

En 1955 –hace ya más de medio siglo- después de varios años de esfuerzos de mucha gente valiosa y bien nacida, cuya tarea hoy no vengo a relatar, pero que es tema interesante para la historia izamaleña, se sembró el antecedente de la actual Biblioteca Regional, Antonio Menéndez de la Peña. Era presidente municipal una persona que quería a su terruño y a su gente: don Martiniano Ordóñez.

Fue en la vieja y humilde casa en que vivieron los ilustres educadores cubanos Antonio Menéndez de la Peña y su esposa, Ángela González Benítez, quienes en la segunda mitad del siglo XIX supieron trocar su sangre remediana en savia que nutrió al pueblo de Izamal que los acogió en su exilio con generosidad, siempre agradecida y reciprocada. Ahí, hace 53 años, atrás del Palacio Municipal, donde hoy opera el Jardín de Niños que lleva el nombre de Doña Ángela, se fundó e instaló la biblioteca del pueblo de Izamal y que tomó el nombre del maestro por virtud del legado que hizo del predio involucrado un nieto amoroso de aquellos maestros, Miguel Ángel Menéndez Reyes , ferviente izamaleño. Entonces medió la promesa formal de la autoridad municipal de proteger y fomentar la existencia y el funcionamiento de la nueva biblioteca.

Por avatares en cuya descripción hoy tampoco quiero aventurarme, pero que también integran la ya larga historia del acervo izamaleño, éste cambió de sede un par de veces antes de que en 1985 -treinta años después de su fundación y durante la presidencia municipal de don Remigio Lugo González- encontrara la que pensábamos sería su última y definitiva morada: el local que había servido al Colegio Civil de Niñas, inaugurado en 1907 y en donde por coincidencia feliz del destino agradecido, doña Ángela González de Menéndez de la Peña había ejercido sus dotes de acendrada educadora hasta el año de su muerte en 1918.

Pero nos equivocábamos de palmo a palmo quienes en ese entonces vimos con satisfacción la ocupación del nuevo local, idóneo para la biblioteca por su espacio, su ventilación, su claridad, mejorado y mantenido además, con esfuerzo y recursos otorgados por sucesivos gobiernos municipales que entendieron el valor cultural y educativo del faro de luz que representa una biblioteca, al pensar que esa sería la ubicación definitiva y que la tarea, a partir de entonces, se concentraría nada más en mantener y mejorar lo que había sido logrado hasta ese entonces. Nos equivocamos también quienes supusimos que administración tras administración, por tratarse de un proyecto de interés y arraigo en la comunidad, se transmitiría la estafeta de la continuidad institucional para hacer del esfuerzo pretérito el orgullo del porvenir.

Los diez mil volúmenes que llegó a tener la biblioteca, integrantes de su colección que fue constituyéndose con diversas aportaciones, la más importante de las cuales del gobierno federal, al convertirse la institución en biblioteca regional incorporada al Sistema Nacional de Bibliotecas, encontraban condiciones adecuadas para ofrecerse en servicio a un pueblo que nunca ha dejado de manifestar su sed de conocimiento. Del mismo modo, las características del espacio que era su sede, permitieron el enriquecimiento de la biblioteca por la incorporación de infraestructura de apoyo para la tarea educativa: 6 ordenadores, equipo de cómputo, y un módem ADSL que permitía el enlace con la red del Sistema Nacional de Bibliotecas y que fueron instalados hace menos de dos años, en el 2007, con fondos internacionales manejados por el Instituto Latinoamericano de Comunicación Educativa (ILCE), obtenidos a través de CONACULTA, mediante convenio específico con la biblioteca.

Y la magia auténtica del pueblo de Izamal habría de convertirse en magia negra en el año 2008. La ruptura de la deseada continuidad institucional se habría de presentar. La angustia del sueño que se rompe por obra de la estulticia de un gobierno –sin ánimo de ofender a nadie pero sí de calificar con fundamento- torpe e ignorante, se nos ha venido encima.

Sin consultar a nadie, de espaldas a su Cabildo y a su población, los actuales funcionarios creyeron fácil destruir, para según ellos construir otro algo. Han destruido y están en proceso de seguirlo haciendo, el patrimonio cultural de los izamaleños, al despojar a la Biblioteca –que no es del ayuntamiento actual y mucho menos del primer edil, sino del pueblo- de su sede legítima.

Destruyen el patrimonio cultural de los izamaleños, al quitarle a la biblioteca municipal su identidad reconocida e históricamente fundamentada, refundiendo su acervo en la sede, totalmente inadecuada (no hace falta ser bibliotecario, es cosa de ir, verlo y comprenderlo), de la Casa de Cultura que lleva el nombre de otro ilustre izamaleño, pero ajeno al esfuerzo creativo que logró, al cabo de los años, la existencia de una biblioteca digna.

Destruyen el patrimonio cultural de los izamaleños, al tirar por la borda y convertir en virtual desecho, la infraestructura de apoyo mencionada anteriormente y que estaba adecuadamente instalada y funcionando en la vieja casona de la calle 31, objetivo central del atentado.

Destruyen en fin el patrimonio cultural de los izamaleños, al agredir, como ya lo hicieron, irreversiblemente, el acervo de la biblioteca; al dañar y perder, en un cambio caótico, libros y obras artísticas de valor histórico, teniéndose ya ejemplo de ello, según se determinará oportunamente.

Y esta pérfida tarea de destrucción y de despojo en detrimento del patrimonio cultural de Izamal, al amparo de una inaudita actitud prepotente que queda de manifiesto en la respuesta cínica que da el presidente municipal, Roberto Rodríguez Asaf, en entrevista reciente, a las preguntas del Diario de Yucatán, quiere conducirse con absoluta impunidad.

Pero que sepa el aprendiz de sátrapa que estará sujeto al juicio político y social de sus gobernados y muy probablemente también a la acción judicial correspondiente, de demostrarse los ilícitos que desde ya se prefiguran, por la insólita acción destructiva y de despojo que ha conducido. Y no sólo ello, sino que sepan también las víctimas, el pueblo despojado, que con su actitud y con sus acciones, el actual presidente municipal, pone en grave riesgo el bien ganado apelativo de Pueblo Mágico para Izamal, porque desvirtúa en su esencia el convenio de concesión, y arriesga también, prematuramente, la obtención del otro título que por tantos se ha venido procurando: el de la inclusión de nuestra noble Ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad en la lista de la UNESCO, cuestión ésta que sería de gran justicia y de enorme conveniencia para Izamal, pero que hoy, por las evidencias que se han dado de la incompetencia de las autoridades actuales para preservar el patrimonio cultural ya logrado, queda lamentablemente en entredicho.

Vuelvo a preguntar: ¿Qué magia del pueblo de Izamal pervivirá? ¿La magia blanca y noble de su gente, o la magia negra de los hechiceros que pasan por sus autoridades actuales?




Bookmark and Share

sábado, 3 de enero de 2009

Saramago niega haber plagiado....


El premio Nobel de Literatura José Saramago negó que haya plagiado un cuento de un escritor y periodista mexicano, que supuestamente inspiró su libro "Las intermitencias de la muerte", publicado en 2005.
En declaraciones publicadas en el "Diario de Noticias", Saramago asegura que no vio y ni siquiera tocó "con la punta de los dedos el cuento del reclamante".

El Nobel luso precisa que "si dos autores tratan el tema de la ausencia de la muerte, resulta inevitable que las situaciones se repitan en el relato y que las fórmulas en que las mismas se expresen tengan alguna semejanza".

Saramago agrega que dos escritoras, una argentina y otra italiana, trataron el mismo tema, lo que provoca "la interrogante de saber quién plagió a quien".

El periodista y escritor mexicano Teófilo Huerta Moreno denunció que el plagio se produjo por intermedio del agente literario Sealtiel Alatriste, que recibió en 1997 un cuento suyo sobre el tema, enviado a la editora Alfaguara, en España.

Según Huerta, Alatriste "tiene contacto y relación de proximidad" con Saramago.

En su blog en internet, Huerta señala que envió a Saramago una carta en enero de este año, para reclamar que acepte el plagio y le pide un esclarecimiento del asunto. Según "Diario de Noticias", desde el 12 de mayo de 2006 el periodista mexicano denunció en un programa de radio que su obra 'El cuento triste' había servido "para inspirar" el libro de Saramago.

Pilar del Río, esposa de Saramago y presidente de la Fundación que lleva su nombre, dijo que hacía tiempo que esta historia "circulaba por internet y resurge cuando falta alguna noticia en los diarios".

El desmentido de Saramago se produce después de que ayer, martes, el diario "Correio da Manha" se refiriese al supuesto plagio.