martes, 5 de marzo de 2024

Saga de la conquista de México, 7. Malintzin (I)

 

Batalla de Centla. 
Mural realizado por el pintor Homero Magaña Arellano, en el Palacio Municipal de Paraíso, Tabasco, México.
*Imágenes tomadas de Wikimedia 


...<Y después de apeados debajo de unos árboles y casas que allí estaban, dimos muchas gracias a Dios por habernos dado aquella vitoria tan cumplida, y como era día de Nuestra Señora de Marzo, llamóse una villa que se pobló, el tiempo andando, Santa María de la Vitoria, ansí por ser día de Nuestra Señora como por la gran vitoria que tuvimos. Aquesta fue la primera guerra que tuvimos en compañía de Cortés en la Nueva España (...) y fuimos a ver los muertos que había por el campo y eran más de ochocientos (...) Estuvimos en esa batalla sobre una hora, que no les pudimos hacer perder punto de buenos guerreros hasta que vinieron los de a caballo. (...) luego enterramos dos soldados y quemamos las heridas a los demás y a los caballos (...) y que en aquella batalla había para cada uno de nosotros tantos indios que a puñados de tierra nos cegaran, salvo que la gran misericordia de Nuestro Señor en todo nos ayudaba (...) y cenamos y reposamos (..) Y dejémosle aquí, y diré lo que más pasamos> 

Sosegadas las hostilidades, al día siguiente, llegaron al campamento de los españoles triunfadores en la batalla, enviados de Tabscoob con prendas para pagar su derrota. Entre los regalos había joyas de oro, jade y turquesa, pieles de animales, animales domésticos, plumas de aves preciosas y 19 jovencitas, entre las cuales venía Malinalli, que los españoles bautizaron como Marina y quien se convertiría en intérprete de Cortés. Ella y Gérónimo de Aguilar harían, en los días cruciales por venir de la conquista el puente idiomático que dio pábulo al entendimiento cabal de lo que ocurría en ese mundo desconocido para los forasteros y el que serviría para trazar la estrategia medular de la conquista: una coalición de los forasteros con los pueblos sojuzgados por el imperio mexica que tenía su origen en la denominada Triple Alianza.

Esta coalición que promovieron los españoles con los pueblos obligados a pagarle tributo a los mexicas, que llevaban casi dos siglos dominando con mano dura buena parte de Mesoamérica, permitió a los pueblos que vivían virtualmente esclavizados entrever la oportunidad de liberarse del yugo y con tal propósito se unieron a los recién llegados. Después, pero mucho después, se darían cuenta de que el sueño libertario era irrealizable y que serían trampeadas sus esperanzas. Pero cuando eso ocurrió ya era demasiado tarde.

Tras los hechos bélicos que favorecieron a Cortés en Potonchán, con los calores de la primavera, hacia finales de marzo de 1519, el capitán y sus huestes fundaron ahí mismo la Villa de Santa María de la Victoria. En ese día celebraron una misa para dar marco religioso a tal fundación, misa que fue oficiada por fray Bartolomé de Olmedo y el capellán de la armada Juan Díaz. El pequeño ejército español permaneció ahí durante un mes antes de embarcarse en abril rumbo a Veracruz, donde empezarían la ruta hacia la ciudad capital mexica, Tenochtitlan. Para entonces, ya habían identificado con claridad la meca geográfica del poder en ese nuevo mundo mesoamericano.

 

Para las efemérides diré en este relato que ésta, la Villa de Santa María de la Victoria, fue la primera población fundada por los españoles a su llegada a lo que hoy es México. Mas la población no pasó la prueba del tiempo y desapareció del mapa poco más de un siglo después. La Villa llegó a ser la capital de la provincia de Tabasco y el lugar desde donde Francisco de Montejo planeó e inició la conquista de Yucatán unos veinte años después de que él mismo hubiera acompañado a Cortés en su fundación. No alcanzó un gran desarrollo como otras ciudades coloniales que le siguieron debido a lo difícil que resultaba para los españoles vivir en un territorio inhóspito para el cual no estaban preparados, rodeado de selva y de pantanos. Por ello una vez que el Adelantado Montejo se asentara en Yucatán en 1542, trasladó su sede hacia la recién fundada ciudad de Mérida. No tendrían ahí la facilidad de un puerto desde donde desplazar sus naves, pero sí un ambiente mucho más salubre y alejado de las amenazas de otros foráneos que no tardaron en querer seguir los pasos de los españoles, hurtando lo que estos estaban conquistando.


Los ataques piratas que empezaban a ocurrir y que terminaron por desolar la región a lo largo del litoral del Golfo de lo que hoy es el estado de Campeche, promovieron el abandono de la zona por parte de las autoridades coloniales y causaron el alejamiento de los habitantes que prefirieron establecerse resguardándose tierra adentro. Esto favoreció la fundación en 1564 de la Villa de San Juan Bautista (actual Villahermosa). Más tarde, en el año de 1641 el virrey de la Nueva España Diego López Pacheco, autorizó que los poderes de la provincia de Tabasco fueran cambiados de Santa María de la Victoria a la villa de San Juan Bautista. Y eso fue lo que causó a la postre que la primera villa fundada por los españoles a su llegada a este país viera sus últimos días. Había la pequeña población nacida del combate, cumplido su finalidad histórica.


Pero retornemos a nuestro relato principal invocando las imágenes y los personajes centrales de la saga que nos ocupa:


Imagen de Marina (La Malinchi), en "The Mastering of Mexico" por Kate Stephens (1916) New York: The MacMillan Company. Tomada de Wikimedia 


Malín, Malina, Malinalli, Malinalli Tenépal, Marina la lengua, Marina la de Cortés, Marina la de Jaramillo, Malinchi,  Rostros todos del mismo personaje que cruza y campea erguida en nuestra historia desde hace más de quinientos años. ¡Y ahí está, la de la imagen imperecedera hasta nuestros días!

Víctima desde niña de las costumbres de su pueblo, nacida noble para ser esclava, dos veces antes de los 20 años de edad entregada como botín de guerra a los vencedores de su estirpe, se asoma a la historia grande en aquel encuentro épico entre dos mundos que se dio al inicio de la primavera de 1519 cuando fue entregada por los suyos a Cortés y su ejército, triunfadores de la batalla de Centla. Diríase, a manera de símbolo brutal, el vencedor de una inicua guerra de conquista unido para siempre en la historia a la representante circunstancial de los derrotados. Llegó el punto, un tiempo después, ya lo relataremos más adelante, en que entre los dos gestan una nueva raza producto del mestizaje y representada por un bastardo de nombre Martín, que está en el origen de esta nación convulsa que es la nuestra, hasta la fecha, y que busca aún explicarse a sí misma y darse solución unitaria. ¡Helas!, sin lograrlo todavía.

<Plumas nacionales y extranjeras valiéndose de la crónica, del poema, la novela histórica, el teatro, el ensayo, el comentario, la monografía, la llevan y traen de la leyenda al mito, alejándola cada vez más de la realidad. Todas han querido traspasar su imagen para dejarla prendida en el papel, como los entomólogos a las mariposas y solo han conseguido deshumanizarla, convertirla en fantasma, olvidando que fue mujer de carne y hueso, cuyo recuerdo permanece en la raíz de los hechos que nos transformaron y que nos dieron patria, a todos nosotros, los mestizos..... Pero lo cierto es que la mención de Malintzin desata pasiones todavía. Para un sector de México, su nombre es a modo de aroma en el nauseabundo ambiente de la conquista; para otro, su apodo, el alias despectivo con que el vulgo la alude, resuena en el idioma nacional a la manera de violento chasquido de látigo, tal una maldición: cuando, en alusión a ella, se dice 'malinchismo', se quiere significar entrega sumisa al extranjero de las íntimas esencias de la nacionalidad. Es a ella a quien se acusa injustamente de haber entregado a su patria...> 
Miguel A Menéndez Reyes, "Malintzin", 1993, Instituto de Cultura de Yucatán.



Lienzo de Tlaxcala (Códice Colonial, 1552).  Detalle: Cortés asistido por Malintzin dialoga con dirigentes del imperio mexica. Trátase de Motecuzoma II según algunas interpretaciones del Lienzo.
Patrimonio de la nación mexicana. Biblioteca Nacional de Antropología e Historia.
*Imágenes tomadas de Wikimedia 


(Continuará...)



Rodolfo Antonio Menéndez y Menéndez


NOTA a mis lectores: Actividades inaplazables de carácter personal me llevan a ausentarme dos o tres semanas de esta palestra que me brinda generosamente estamosaqui.mx. Solicito de su benevolencia ese lapso que requiero. No me olviden. Gracias.

Saga de la conquista de México, 6. Hernando Cortés (II)



Hernán Cortés de Monroy y Pizarro Altamirano

Esta obra pictórica es un retrato anónimo del conquistador español Hernán Cortés (1485-1547), basado en el cuadro enviado por el propio retratado a Paulo Giovio, en el que aparecía de perfil y con sombrero, sirviendo dicha obra de modelo para muchas representaciones de su busto desde el siglo XVI en adelante. Imagen y pie de foto tomados de Wikimedia.

Cozumel: Contábamos en el episodio antepasado, en el número 4 de esta saga, que llegó Cortés en sus once naves a esta isla que se encuentra al noreste de la península de Yucatán, en el mar Caribe que hoy baña el litoral de México, con la idea de rescatar a dos náufragos de los que había oído hablar previamente. A la llegada, desembarcando, los habitantes de la isla que no eran muchos, se refugiaron al interior de la isla que es relativamente pequeña. Esto fue aprovechado por los españoles para despojar a la población de aves de corral que mantenían para su alimentación y para robarse piezas de oro que había en algunos adoratorios. Al enterarse de ello, Cortés ordenó devolver el hurto a los habitantes y convocar a estos, usando para ello a su primer traductor que era el llamado Melchor (Melchorejo para otros), un joven maya que venía con los españoles y que había sido capturado durante la expedición de Hernández de Córdoba, quien después de haber sido bautizado aprendió en Cuba la lengua de sus captores. Como algunas de las aves de corral robadas fueron muertas y preparadas para comérselas, Cortés ordenó a su gente pagar con cuentas que habían traído, a fin precisamente de disponer de una moneda de cambio con la que pudieran comprar voluntades. Estos dos gestos le permitieron a Cortés recuperar hasta cierto punto la confianza de los lugareños y entablar con ellos un diálogo.

 

Prudencio de Sandoval un clérigo benedictino e historiador de principios del siglo XVII que escribió la "Historia de la vida y hechos del emperador Carlos I", hace el siguiente relato de la llegada de Cortés a Cozumel:


 <Espantáronse los isleños de ver aquella flota y metiéronse al monte, dejando desamparadas sus casas y haciendas. Entraron algunos españoles tierra adentro y hallaron cuatro mujeres con tres criaturas y trajéronlas a Cortés, y por señas entendió que la una dellas era la señora de aquella tierra y madre de los niños. Hízole Cortés buen tratamiento, y ella hizo venir allí a su marido, el cual mandó dar a los españoles buenas posadas y regalarlos mucho. Y cuando vio Cortés que ya estaban asegurados y contentos, comenzó a predicarles la fe de Cristo. Mandó a la lengua que llevaba, que les dijese que les quería dar otro mejor Dios que el que ellos tenían. Rogóles que adorasen la Cruz y una imagen de Nuestra Señora, y dijeron que les placía. Llevólos a su templo y quebrantóles los ídolos y puso en lugar dellos cruces y imágines de Nuestra Señora, lo cual todo tuvieron los indios por bueno. Estando allí Cortés nunca sacrificaron hombres, que lo solían hacer cada día.>

Evitando más actos de pillaje, creando un ambiente de intercambio y conversando con la gente, ayudados por supuesto por la sorpresa y el miedo que causó entre la población el tamaño de la flota y lo numeroso de los intrusos, fueron estos capaces, de poco en poco, de establecer un clima propicio a sus propósitos en esta primera etapa de su viaje. Ya en franca conversación con el halach uinic de la isla, Cortés pudo preguntar por los españoles náufragos que todos conocían en la región. Pudo también negociar que le facilitaran correos humanos para enviar cartas a sus paisanos y pudo lograr que se autorizara, aunque custodiado, el viaje de Gerónimo de Aguilar hasta la isla para entrevistarse con él. Así pudo también Géronimo regresar al continente para intentar convencer a Gonzalo Guerrero y retornar cuando éste le dio una negativa rotunda e inamovible. Y así se reincorporó el diácono Aguilar con sus paisanos y pudo acompañarlos hacia el destino que la historia le tenía asignado. Se inició también en Cozumel, esta primerísima etapa, la acumulación de experiencia que iba a nutrir sus tácticas de conquista. Estaban los españoles conociendo a los pueblos que serían dominados en buena medida, por la habilidad del capitán de los recién llegados para negociar la ruta blanda de la intrusión. 

Hubo en la guerra de conquista de México, algunos hechos blandos, sí. Pero la mayoría no lo fueron. No solo hubo atropello brutal, físico y sicológico, sino también negociación y maña para aprovechar las debilidades del adversario, muy principalmente para usar la fuerza de los enemigos del enemigo, a quienes los españoles encontraron e identificaron en muy grande número; así también, se dio el triunfo de una tecnología bélica metalizada sobre otra ya obsoleta y por si todo eso no fuera suficiente, no hay que olvidarlo, hoy se reconoce plenamente: la invisible agresión microbiológica que inadvertida pero certeramente fue infligida por los invasores a los aborígenes y que diezmó a la población original por su insuficiencia inmunológica que actuó en detrimento de su capacidad de defensa y de su resistencia vital. 

En Cozumel, cuando los factores anteriores aún no contaban, los españoles logaron evitar la conflagración y ganaron esa pequeña batalla del rescate de uno de los suyos, cobrando además un valioso conocimiento de esos pueblos que tan extraños y remotos les resultaban a los españoles. En esa pequeña isla escenario del primer combate, aunque fuera éste simbólico, los caballos que traían en la flota se quedaron estabulados sin que precisara su utilización en la guerra que empezaba inexorablemente. Ya serían los equinos arma importante en escalas posteriores: ¡"aquellos monstruos que se desmontaban en dos partes, capaces cada una de seguir andando y combatiendo"!

Volvamos a observar el itinerario seguido por los aventureros que todavía no se convertían en conquistadores pero que estaban a punto de hacerlo: 

Ruta que siguió la expedición de Hernán Cortés desde que partió de Cuba en 1518 hasta su llegada a Tenochtitlan, capital del imperio mexica.

Imagen tomada de Wikimedia

Saliendo de Cozumel navegaron costeando la península de Yucatán y ya en el litoral occidental hicieron una pequeña escala en Chakán Putum, hoy Champotón en el estado de Campeche, ahí donde Hernández de Córdoba había sido herido de muerte y donde Juan de Grijalva había perdido dos dientes. Tuvieron cuidado de solo proceder a recargar los toneles de agua dulce y de no volver a despertar la ira de los habitantes mayas. No era el caso de distraerse en infiernillos. Tenían la mirada puesta fijamente en sus objetivos de occidente, Y con la misma recuperaron el ritmo de navegación dirigiéndose hacia la desembocadura del río que según ellos se llamaba "Grijalva". Antón de Alaminos, piloto en jefe de la expedición por tercera ocasión consecutiva, tenía claro los riesgos y los objetivos del trayecto. Se dirigían a Potonchán a saludar al batab Tabscoob, viejo conocido con quien habían tenido una amistosa entrevista el año anterior.

Potonchán y la batalla de Centla: Llegaron los españoles a la región en esta segunda vez y claramente advirtieron que el ambiente era hostil hacia ellos. En el primer contacto con un pequeño grupo maya, Melchorejo tradujo las amenazas: debían irse del lugar. Cortés, dice Bernal, intentó persuadirlos por conducto de Gerónimo de Aguilar, que traían un importante mensaje del rey de España. Nada, ¡debían irse ya! y a continuación una lluvia de flechas hizo que los españoles buscaran refugio y cambiaran su estrategia diseñándola durante la noche del mismo día en que llegaron. Se separaron en tres grupos diferentes, dos de los cuales atacaron con ballestas el flanco derecho y el izquierdo del campo de lucha que se dio en Centla, una llanura a la orilla del río de la región maya chontal, cerca de donde hoy se ubica la ciudad de Frontera, en el estado de Tabasco. Cortés mientras tanto, por el centro atacaba encabezando un grupo numeroso de españoles, él montado a caballo junto con otros diez jinetes, apoyados como estaban por el fuego nutrido de los falconetes que disparaban cerca de la margen del río.  Ahí ocurrió, entre el 12 y el 13 de marzo de 1519, la fragorosa batalla que marcó un hito en el proceso de la conquista de México. Entre aquellos monstruos que podían desmontarse en dos partes y el estruendo de la pólvora encendida, ambos novedosos y sorprendentes para los lugareños, se hizo la diferencia.

El 14 de marzo, al día siguiente, estaba sellada la suerte de los dos grupos beligerantes. Los chontales, con Tabscoob su guía a la cabeza, debieron capitular ante sus vencedores en el mismo campo de batalla. Junto a la gran ceiba, el árbol sagrado de los mayas en cuyo tronco se había grabado a golpe de cuchillo una cruz, la de Cristo, ahí ocurrió la rendición de los vencidos. Nos cuenta la historia, esta vez en la pluma de Miguel Ángel Menéndez, en su Malintzin que ahora releo en la edición (1993) del Instituto de Cultura de Yucatán: 

<Llegó Cortés, se detuvo a la sombra de la ceiba, embrazó su rodela y lentamente, en logro de solemnidad, desenvainó su espada que destelló al sol, levantándola en todo lo alto que pudo. En esa actitud dijo con engolada voz: ¡Os declaro vasallos de su majestad el rey Carlos I de España! Lo dijo y lo repitió tres veces, cada una de ellas con lentitud, mirando hacia todas partes después de cada vez, como buscando con los ojos fieros y con la espada a quien quisiera oponerse. Para ser entendido el dicho, el faraute Aguilar lo repitió en lengua maya, también por tres veces, pausadamente, en forma tal que las palabras penetraron en la comprensión de la multitud atónita y suspensa, como el áspid de la flecha en el pecho de la gente.... Y sólo respondió el silencio.>



Hernán Cortés con sus soldados en la batalla de Centla, logra a favor suyo la victoria. Litografía de Carlos
Múgica en Historia de la Marina Real Española (1855).
Imagen tomada de Wikimedia


(Continuará...)

Rodolfo Menéndez y Menéndez



Mérida, Yucatán, México

domingo, 18 de febrero de 2024

Saga de la conquista de México, 5. Hernando Cortés ( I )

 

Retrato de Hernando Cortés pintado por el alemán Christoph Weiditz en 1529.


Sabemos que Cortés fue quien encabezó a partir del 18 de noviembre de 1518, en representación del imperio español, entonces gestándose, la guerra de conquista de Mesoamérica y de vastos territorios al norte y al sureste de esta región cultural. Pero ¿quién era Cortés?, ¿por qué estaba en "las Indias", como muchos españoles llamaron a esos nuevos lares que para ellos habían sido descubiertos poco menos de treinta años antes por el genovés Christophorus Columbus?, ¿de dónde venía este aventurero? No muchos conocen las respuestas a esas preguntas. 

Nació en Medellín el año1485, apenas siete años antes de que Colón descubriera para los europeos un nuevo continente. Era de Extremadura, cuna también de otros grandes conquistadores del continente americano como Francisco Pizarrode Pedro de Valdivia y otros como Pedro de AlvaradoVasco Núñez de Balboay Hernando de Soto. Provenía de una familia "de mediana hidalguía". Hijo de Martín Cortés y de Catalina Pizarro que quisieron y pudieron dar a su hijo una esmerada educación formal. Lo enviaron a Salamanca a estudiar gramática. Según Bernal Díaz del Castillo relator de la conquista de México con su afamado libro "La historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España", dominaba el latín.

Desde muy joven Cortés mostró su temperamento intrépido y su vocación lo llevo a la aventura y finalmente a las armas. Después de algún intento fallido logró incorporarse a uno de los viajes a las "Indias" que por aquel entonces eran muy populares entre la población joven y aventurera. Se estima que viajó entre 1504 y 1506, tendría 20 años. a la Hispaniola que estaba siendo colonizada por los europeos. Esta isla que hoy alberga a Haití y a la República Dominicana, fue el primer territorio del nuevo continente visitado, dominado y colonizado por los europeos a partir de su llegada a fines del siglo XV.

Tuvo una buena acogida por parte del gobernador Nicolás de Ovando que se benefició del ímpetu del recién llegado quien participó en la pacificación de los lugareños y de aborígenes taínos, grupo que había llegado a las islas del norte del Caribe provenientes probablemente de la región del Orinoco en lo que hoy es Venezuela. Eso le valió que pronto se viera recompensado con una buena dotación de indígenas con los que pudo acometer actividades productivas entre las que figuró la cría de caballos y de ganado vacuno que le ofrecieron en poco tiempo una posición económicamente desahogada. Dos años después de volverse gobernador de la Hispaniola, Diego Colón primogénito de Cristóbal, en 1511 (Cortés ya tenía más de cinco años viviendo en la isla), decide enviar a Cuba a Diego Velázquez de Cuéllar y éste, prendado que estaba por la osadía de Cortés, lo ficha para incorporase a su equipo y para que lo acompañara en la misión de colonizar la isla vecina. El fichaje incluyó la responsabilidad para Cortés de ser el tesorero de la expedición y administrador del Quinto Real.

Entre intrigas y realidades pronto se percató Diego Velázquez de que su seleccionado era ambicioso y también insaciable. Y empezaron a enfriarse las relaciones. Pero esto sucedió ya en Cuba y la misión que llevaban pues requería de muchas voluntades, de fortaleza y de unidad y eso permitió la continuidad de la relación. Bernal Díaz del Castillo relató años después esta escena: dice que un bufón de Diego le dijo, al modo de los bufones: "«A la gala de mi amo Diego, Diego, ¿qué capitán has elegido? Que es de Medellín, de Extremadura, capitán de gran. Más temo, Diego, no se te alce con la armada, que le juzgo por muy gran varón en sus cosas».

A lo largo del tiempo que ambos pasaron en Cuba, habrían transcurrido seis o siete años, las quejas contra la administración de Diego Velázquez habían subido de tono. Se le acusaba de muchas tropelías y favoritismos. Hubo un punto en que el ambiente estaba tan caldeado en contra del gobernador que se habló de hacer llegar a la Audiencia la queja generalizada del grupo de españoles que había crecido en número al cabo de los años. Cortés mismo se ofreció para hacer llegar el expediente. Fue perseguido por ello y a punto de ser encarcelado. Se libró de la intención porque de alguna forma convenció a Velázquez de su inocencia. Hubo otro tiempo en que Cortés cortejó a Catalina Suárez Marcayda, hermana de una amante que tenía el jefe Diego, pero después se arrepintió, Ella despechada, hizo intervenir a Velázquez por conducto de la hermana, para obligar a Cortés a que cumpliera la palabra empeñada. Diego intercedió y obligó a don Hernando a casarse con Catalina, cosa que este hizo a regañadientes. ¡Otra raya más al tigre! Logró Cortés en este caso una compensación a su "sacrificio": lo nombraron alcalde de Santiago de Baracoa. No es sino hasta que toma posesión del puesto en 1515 que consuma su matrimonio forzado, cuando se había casado desde 1512.

En 1517, Velázquez envía la primera expedición hacia Yucatán, capitaneada por Hernández de Córdoba quien fracasa, relativamente, y muere ya de regreso en Cuba a consecuencia del viaje. En 1518, temprano en el año, envía una segunda expedición al mando de Juan de Grijalva, quien con sus varias naves hace un recorrido un poco más productivo que el de Hernández de Córdoba, pero lo mismo, estéril desde la perspectiva de Velázquez. Hacia el fin de ese mismo año, en noviembre, nombra a Cortés para que cruce el canal de Yucatán y realice el tercer intento. Éste invierte toda su fortuna, tira su casa por la ventana de la historia, todo, íntegro, lo que había logrado en 13 o 14 años de prosperidad personal. Una armada de 11 naves, más de 600 infantes y marinos, 32 caballos, arcabuces, ballestas, falconetes

Cada nave capitaneada por gente con experiencia bélica: ahí iban Francisco de MontejoHernández PortocarreroCristóbal de Olid, Pedro de Alvarado, Diego de Ordaz, entre otros. Once verdaderos capitanes, veteranos de guerra. Más unos 200 indios y negros para la navegación y como tropa de a pie. Todos, todos, sabían a lo que iban. Hasta Velázquez se sorprendió del tamaño de la expedición y de su naturaleza. Intenta éste a última hora detener la expedición en una de las varias escalas que hacen a su salida hacia el continente, en la isla de Cuba. El alcalde de Trinidad, la última instancia, se reporta con Velázquez y le dice: "imposible detenerlo". Cortés había partido. El engranaje de la maquinaria que conquistó a México estaba en marcha. Había Velázquez seleccionado al capitán correcto, aunque después ya no le gustara tanto.

Viajando al suroeste con buen viento pronto llegaron a la isla de Cozumel. Ahí comenzó Cortés la aventura más importante de su vida y de la de sus hombres. ¡Epopeya inmarcesible!

Ruta que siguió la expedición de Hernán Cortés desde que partió de Cuba en 1518 hasta su llegada a Tenochtitlan, capital del imperio mexica.

(Continuará...)


Rodolfo Menéndez y Menéndez

Mérida, Yucatán, México

domingo, 11 de febrero de 2024

Saga de la conquista de México, 4. Dos personajes inefables.

  Gonzalo Guerrero y Gerónimo de Aguilar

Estos dos personajes fueron compañeros de viaje al principio del proceso de la conquista de México. Les doy el calificativo de inefables porque ambos, por sus propios méritos, tuvieron un desempeño singular durante la gesta que cambió tanto y a tantos a lo largo del siglo XVI, protagonizando eventos de gran trascendencia. Vivieron como esclavos del pueblo maya en el territorio que hoy es el estado de Quintana Roo. Aquí está la historia.

Estatua recordando a Gonzalo Guerrero y al mestizaje, hecha por Raúl Ayala Arellano en 1974. Una copla de ella está en la prolongación del Paseo de Montejo, en Mérida, Yucatán. Imagen tomada de los archivos de Wikimedia.

Ambos personajes eran paisanos andaluces. Uno, Gerónimo (Jerónimo), nacido en Écija y el otro en Palos de la Frontera. Aparte de eso no tenían mucho en común como seres humanos. Géronimo era clérigo y cerca de 20 años menor que Gonzalo quien era más aventurero y también mayor en edad. Las vidas de ambos se cruzan en una expedición con final fatídico: el barco que los transportaba surcando el Mar Caribe desde el Darién, capitaneado por Juan de Valdivia, enviado de Vasco Núñez de Balboa, naufragó durante una fuerte tormenta en el mes de agosto de 1511. Ambos tuvieron la misma buena suerte: sobrevivieron en un batel que llevaban a bordo de la embarcación mayor que se hundió. Alcanzan tierra firme días después del percance en una playa cercana a Chaktemal (hoy Chetumal). 

No tardaron los dos aventureros náufragos en ser capturados por guardianes del Mayabposiblemente de los Cocomes, grupo maya que predominaba en la región oriental de la hoy península de Yucatán. A partir de ahí el destino de cada uno empieza a separarlos.

Escribe Francisco Cervantes de Salazar en su Crónica de la Nueva España:  "(Aguilar) dixo que saltando de la barca los que quedaron vivos, toparon luego con indios, uno de los cuales con una macana hendió la cabeza a uno de los nuestros, cuyo nombre calló; y que yendo aturdido, apretándose con las dos manos la cabeza, se metió en una espesura do topó con una mujer, la cual, apretándole la cabeza, le dexó sano, con una señal tan honda que cabía la mano en ella. Quedó como tonto; nunca quiso estar en poblado, y de noche venía por la comida a las casas de los indios, los cuales no le hacían mal, porque tenían entendido que sus dioses le habían curado, paresciéndoles que herida tan espantosa no podía curarse sino por mano de alguno de sus dioses. Holgábanse con él, porque era gracioso y sin perjuicio y vivió en esta vida tres años más, hasta que murió..."

De un lado Aguilar se mantuvo a lo largo de su cautiverio en la postura del diácono sumiso y cordial con sus captores y lo hizo con genuflexiones hacia sus anfitriones. Guerrero en cambio fue más intrépido y por sus conocimientos militares pronto se hizo amigo de un cacique local. Veamos qué sucedió al cabo de ocho años, entre 1511 y 1519, de estancia de ambos entre el pueblo maya.

Tiempos de esclavitud:  "...traer a cuestas la leña, agua y pescado, y estos trabajos sufríalos Aguilar con alegre rostro por asegurar la vida, que tan amada es. Naturalmente estaba tan subjecto y obedescía con tanta humildad, que no sólo con presteza hacía lo que su señor le mandaba, pero lo que cualquier indio por pequeño que fuese, tanto que, aunque estuviese comiendo, si le mandaban algo, dexaba de comer​ por hacer el mandado....", continúa refiriendo Cervantes de Salazar del propio decir de Gerónimo. 

Se cuenta en otras fuentes como las del propio Bernal Díaz del Castillo que por su lado Guerrero fue esculpiendo su propio destino, se prendió de la cultura maya y de su gente. Tuvo trato con diversos grupos mayas y fue entendiendo las relaciones no siempre cordiales entre ellos. Se politizó pues. En un momento dado le tocó jugar el papel de héroe con su amo maya, llamado Balam, a quien salvó la vida al ser atacado éste por un caimán y pagando en recompensa con la libertad de su esclavo. Más aun, su antiguo señor, Nachán Can, decidió entregarle a su hija Zazil Ha para que casara con ella y con la que tuvo tres hijos, dos varones y una mujer, llamada Ixmo.  De aquí que sea él, Gonzalo Guerrero, quien tiene en México la titularidad del honroso apodo de "padre del mestizaje".  A diferencia de los epítetos que cosechó más tarde de sus paisanos de la España conquistadora: "traidor a la patria, a su religión y a su rey". 

Ya como hombre libre nuestro Guerrero, el que había sido esclavo de los mayas se volvió en verdad guerrero. Fue nombrado nacom por su suegro, esto es jefe militar, y encabezó grupos de la milicia regional. Escaló su fama y su prestigio personal. Era bien querido por su pueblo adoptivo. Enseñó a guerrear con estrategias y técnicas diferentes a las del mundo maya en cuyo ámbito se transformó culturalmente, eso que los sociólogos llaman transculturizarse,  Ese proceso personal también robusteció a los mayas, dicho esto sin menoscabo de su condición de pueblo indómito. Tal vez por ello, al menos en una pequeña parte, fue que, transcurridos los años, al avanzar los planes de conquista, los españoles tuvieron que hacer un mucho mayor esfuerzo en vencer y conquistar. Para ejemplo, quizá abusivo, basta un botón: los itzáes no fueron conquistados y dominados al mismo tiempo que el resto de los pueblos de Mesoamérica. Después de un largo tiempo y gran esfuerzo de los tres Montejo, padre y "adelantado", su hijo y su sobrino, conquistadores de la península de Yucatán, lo más que lograron en el caso de este importante grupo de habitantes del Mayab, los itzáes,  fue que estos recularan y se refugiaron en su inexpugnable Tayasal del Petén hoy guatemalteco. Y no fue sino hasta 1697, ¡¡un siglo y medio después del resto del Mayab!!, cuando Martín de Urzúa siendo capitán general del Yucatán novohispano, por fin los conquista y los somete al imperio español.

Cuando llegó Hernán Cortés a Cozumel, al principio de su periplo de conquista en 1519, ocho años después del naufragio ya referido y manda llamar, mediante sendas cartas, a Jerónimo y a Gonzalo, de quienes había escuchado que vivían en esos parajes, usando los correos humanos de los jefes mayas que lo recibieron en la isla, el primero, el diácono, atiende solícito el llamado y el segundo, el guerrero, manda un mensaje con el mismo Aguilar quien fue personalmente a tratar de convencerlo de reincorporarse con sus paisanos:

 Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos - le dijo. "Tienenme por cacique y capitán cuando hay guerras, la cara tengo labrada, y horadadas las orejas, que dirán de mi esos españoles, si me ven ir de este modo? Idos vos con Dios, que ya veis que estos mis hijitos son bonitos, y dadme por vida vuestra de esas cuentas verdes que traéis, para darles, y diré, que mis hermanos me las envían de mi tierra". La mujer con quien el Guerrero estaba casado, que entendió la plática del Gerónimo de Aguilar, enojada con él dijo: "Mirad con lo que viene este esclavo á llamar á mi marido, y que se fuese en mala hora, y no cuidase de más... "Hizo de nuevo instancia Aguilar con el Guerrero, para que se fuese con él: diciéndole, que se acordase era cristiano y que por una india no perdiese el alma, que, si por la mujer e hijos lo hacían que los llevase consigo, si tanto sentía el dejarlos. No aprovechó tan santa amonestación, para que el Gonzalo Guerrero fuese con Gerónimo de Aguilar, que viéndole resuelto en quedarse, se fue con los dos indios de Cozumel al paraje donde quedó el navío." Así lo contó Bernal Díaz, testigo presencial de tales acontecimientos ya que venía con Cortés en su expedición.

Y pues Aguilar partió, quedándose Guerrero y apropiándose cada uno de un destino diferente y para siempre, en confines separados. Jerónimo, ya maya parlante, serviría a Cortés en la crucial tarea de entender lo que adversarios y aliados le decían en las jornadas iniciales de la conquista, completando el triángulo virtuoso con Malintzin, esclava que fue dada a Cortés poco después, como tributo en la primera gran batalla que tuvo el extremeño en suelo mesoamericano y que ganó, el mes de marzo de ese mismo año de 1519: la de Centla. Malintzin hablaba la maya y el náhuatl, idioma de los mexicas. Jerónimo, el castellano y la maya. Cortés dirigía y era el beneficiario del puente idiomático que se estableció. Menuda arma bélica con la que los tres vivieron su papel en la conquista de México.

Cierro este capítulo de la saga, el número 4, ofreciendo un último dato de nuestros dos protagonistas. Aguilar murió en 1531 cerca del río Pánuco, siendo encomendero nombrado por la corona en la floreciente Nueva España. Vivió 42 años. Murió rico. Guerrero por su lado falleció 5 años después, en 1536, en un campo de batalla, por un tiro de arcabuz recibido en la cabeza, según anunció oportunamente el cacique Cicumba en Puerto de Caballos, actualmente Puerto Cortés, en Honduras, hasta donde se había trasladado para apoyar la defensa de los pueblos tolupanes ante la guerra de dominación conducida y al fin ganada por sus paisanos españoles. Habían transcurrido 25 años desde su naufragio en el mar Caribe mexicano y 66 de haber nacido en Andalucía. Murió por los mayas, sintiéndose maya.

(Continuará....)

Rodolfo Menéndez y Menéndez.

Mérida, Yucatán, México


domingo, 4 de febrero de 2024

Saga de la conquista de México, 3. La expedición de Juan de Grijalva en 1518

 

Encuentro entre el jefe maya Tabscoob y Juan de Grijalva en Potonchán, 1518.

(Detalle del mural público realizado por el maestro Héctor Quintana en Tabasco, México)


Hace 506 años, en 1518, un forastero de 28 años le puso Grijalva, su apellido, a uno de los grandes ríos de Mesoamérica. El río que los mayas chontales de la región habían llamado Tabasco sigue llamándose así: Grijalva. Esta es la historia que hago formar parte, con el número 3, de la saga de la conquista de México.

Se cumplió poco más de medio milenio de que Juan de Grijalva, aventurero español, castellano de la provincia de Segovia, nacido en Cuéllar en 1490, pusiera su apellido para nombrar al caudaloso río en el que se internó a bordo de su bergantín aquel fin de la primavera de ese año de 1518. Poco antes, este joven había sido comisionado por su tío Diego Velázquez, entonces gobernador de la isla de Cuba, para encabezar la segunda expedición hacia Yucatán que los españoles recién llegados a América creían región insular,

La expedición que contó con 4 embarcaciones y 240 hombres había salido a finales de enero de ese mismo año, de la población de Santiago en el extremo oriental de Cuba, para una nueva exploración de la entonces ignota (para ellos) península de Yucatán, cuya guerra de conquista estaba lejos de iniciarse.

Después de zarpar rodeó primero la isla de Cuba deteniéndose en Matanzas unas semanas, seguramente para avituallarse y cruzar después el canal que conecta el mar Caribe al Golfo de México haciendo escala en la isla de Cozumel, en donde permaneció tiempo suficiente para que se bautizara al lugar el 3 de mayo: Santa Cruz de Puerta Latina y para que Juan Díaz, el capellán y relator que había sido designado por el tío Diego para la expedición, dijera la primera misa católica registrada en la historia de lo que ahora es México. 

Retomaron su rumbo los expedicionarios hacia el norte, creyendo navegar entre dos islas, para seguir el litoral yucateco y repetir el recorrido que un año antes, durante los primeros meses de 1517, había realizado Francisco Hernández de Córdoba, al que el mundo contemporáneo quiso atribuir el mal llamado "descubrimiento" de Yucatán. Recordemos que Hernández de Córdoba tuvo que regresar a Cuba después de una fiera escaramuza con los cohuoes (etnia chontal maya) de la que salió malherido en la población de Chakán Putum (hoy Champotón, Campeche, México) y que moriría poco después a consecuencia de las heridas recibidas en aquella escala de la expedición de 1517.

En esta segunda intentona ordenada por Velázquez (habría una tercera, la de Hernán Cortés), Juan de Grijalva, nuestro explorador cuellarano, correría suerte distinta a la de su antecesor. Había prometido al tío que le confió el mando de la expedición, colonizar tierras y establecer base en el territorio. Debía arriesgarse. A sabiendas, tuvo la osadía de volver a hacer un alto en su camino en la población llamada por ellos mismos ''de la mala pelea'', en la región de los aguerridos mayas, precisamente donde hirieron de muerte al capitán de la primera expedición.

Volvieron a enfrentarse mayas contra foráneos como el año precedente lo habían hecho, llevando en esta ocasión la peor parte los de casa. Mataron al batab (jefe) maya y aunque Grijalva también resultó herido por flecha, perdiendo en la pelea dos de sus dientes, pudo recuperarse y continuar su correría rumbo al destino que la historia le tenía reservado. Navegaron rumbo al sur-poniente hasta alcanzar la laguna de Términos deteniéndose en lo que es hoy isla del Carmen. "Términos" fue el nombre que acuñó para esa gran aguada Antón de Alaminos, piloto de la expedición -lo había sido también en la expedición de Hernández de Córdoba y lo sería después en 1519 en la tercera expedición-, quien sostenía la idea de la insularidad del Yucatán y que supuso en aquel entonces, al internarse en la laguna, que ahí terminaba la isla.

Y aquí, vale una anécdota de aquel viaje: cuenta Juan Díaz, el capellán relator, en su "Itinerario de la Armada" cuando narra los acontecimientos que vivieron, que en esa escala de la expedición se extravió en la isla a la que descendieron en busca de agua dulce y víveres, una lebrela (perro hembra de raza galgo) que los acompañaba precisamente para cobrar piezas de cacería como venados y conejos y comerlas a bordo. El animal había desembarcado con algunos de los expedicionarios perdiéndose en su incursión. Debiendo partir sus amos por las premuras del viaje se fueron sin ella, abandonándola. Lo curioso del caso es que un año después, uno de los barcos de la expedición de 1519 ya encabezada por Cortés, encontró a la lebrela cuando, obligados por un mal tiempo, tuvieron los tripulantes que recalar en la isla. Parece que el animal dio muestras de gran júbilo, ladrando y correteando sin cesar, al ver la embarcación parecida a la que la había abandonado, facilitando así su inusitado e improbable rescate.

Regresando a nuestra segunda expedición, después del deplorable abandono de la lebrela, llegaron los expedicionarios a la región de Centla. Desde el mar pudieron divisar la desembocadura impresionante del gran río. Así lo cuenta Díaz, el relator:

"Comenzamos a 8 días del mes de junio de 1518 y yendo la armada por la costa, unas seis millas apartadas de tierra, vimos una corriente de agua muy grande que salía de un río principal, el que arrojaba agua dulce cosa de seis millas mar adentro. Y con esa corriente no pudimos entrar por el dicho río, al que pusimos por nombre el río de Grijalva. Nos iban siguiendo más de dos mil indios y nos hacían señales de guerra, este río viene de unas sierras muy altas y esta tierra parece ser la mejor que el sol alumbra; si se ha de poblar más, es preciso que se haga un pueblo muy principal: llámase esta provincia Potonchán."

Juan de Grijalva decidió internarse por el caudaloso río luchando contra corriente hasta la población de Potonchán, lográndolo. Se entrevistó ahí con el gobernante maya Tabscoob (el Jalach Uinik) con el que intercambió regalos sin entrar en mayores conflictos con la población que miraba expectante a los visitantes (ver la imagen de aquella escena en la parte superior de este escrito, realizada por un artista contemporáneo nuestro). Fue en este encuentro cuando los españoles obtuvieron los primeros informes del imperio azteca situado según los informantes al occidente de aquellos parajes, más allá de las montañas, en el altiplano: "¡Colúa Mexica!" contestaban los lugareños cuando los expedicionarios preguntaban por el oro contenido en algunos de los presentes que se les ofrecieron.

Así pudieron los recién llegados constatar la importancia del río y el valor estratégico del sitio. Un año después, en 1519, llegó al mismo lugar Hernán Cortés quien fue recibido con abierta hostilidad por los habitantes. Se enfrascaron entonces en una fragorosa batalla, la renombrada batalla de Centla, de la que salieron vencedores los españoles, hecho que permitió fundar la primera población de la Nueva España: Santa María de la Victoria. Pero esto es otro acontecer de la historia que relataremos en el número 4 de esta saga. 

Regresemos a la expedición de Grijalva para concluir esta parte de nuestra historia. Reconocido el gran río y habiéndolo bautizado entre ese pequeño grupo de exploradores con el nombre del jefe, siguieron su ruta por el litoral hacia lo que hoy es Veracruz. La imaginación de Grijalva era modesta: al lugar en que hicieron escala le dio su nombre de pila: Juan... bueno, el de su santo patrono: San Juan, San Juan de Ulúa, esto último fue una concesión graciosa a los lugareños que llamaban a esa pequeña isla: Kulúa.

Un poco más se extendió la expedición de aquel ya lejano año de 1518. Llegó hasta la desembocadura del río Pánuco más al norte. En ese punto se decidiría el retorno de la expedición a Cuba. Tenía Grijalva suficientes cosas para contarle al tío... Cuando finalmente arribó a la isla se percató para su desventura que el tío lo que menos quería eran cuentos. Por los que él pudo hacer, solo recibió frialdad del pariente poderoso y desde luego su enorme desprecio. ¡Ninguna nueva posesión para la corona, ningún asentamiento prometedor, ningún indio para la esclavitud, nada contante y sonante! Puro cuento. Grijalva fue destituido como comandante y reemplazado por don Hernán Cortés, quien tendría a su cargo una nueva expedición: la tercera, la vencida.

Juan de Grijalva desilusionado, golpeado su fuero interno por su suerte y por la codicia de sus compatriotas, emprendería años más tarde dos nuevas exploraciones: una en el litoral del Golfo de México y la Florida acompañando a Francisco de Garay y la otra, en 1527, en la que se unió a Pedrarías Dávila para conquistar Honduras y Nicaragua, empresa esta última que se convirtió en su tumba ya que en esos parajes fue muerto a manos de los nativos y sus restos se perdieron en la naturaleza que vino a conocer.

No sabemos si para hacer más llevadera su desilusión el joven Grijalva pensó algún día en que el desagrado del tío, su destitución y la amargura que le produjo la falta de reconocimiento de lo que él había logrado, serían compensados por la historia más generosa para con su persona, su nombre y su estirpe. Prueba de esa generosidad histórica es el hecho de que más de quinientos años después de los acontecimientos aquí relatados seguimos hablando de esa odisea en tierras mexicanas y de que su marca personal, el nombre de su familia, a pesar de todo, a pesar del mismo proceso arbitrario y feroz usado por él y por los suyos para despojar a los lugareños de cuanto patrimonio tenían, hasta del inmaterial, su nombre, decía, el de Grijalva, sigue siendo usado para mentar al majestuoso caudal que surge de las cimas Cuchumatanes de Guatemala, las mismas que albergaron a los primeros grupos mayenses y donde se consolidaron lingüísticamente antes de dispersarse y florecer como lo hicieron por los confines mesoamericanos, al través de muchos, muchísimos siglos, antes de la llegada de los europeos. 

Hoy y aquí así es: el nombre es río Grijalva, por Juan, y no río Tabasco por los chontales, como pudo haber sido.

(Nota bene: Este escrito fue publicado originalmente el año de 2018 para conmemorar el 500 aniversario de los acontecimientos que aquí se relatan. En esta nueva edición, habiendo revisado, corregido y aumentado el contenido, lo incorporo a la saga de la conquista de México que hoy me ocupa, porque el viaje de Juan de Grijalva fue un antecedente crucial en la determinación de los personajes promotores de la conquista de estos territorios a fin de subordinarlos más tarde al Imperio Español. Diego Velázquez, Hernán Cortés, los mismos reyes católicos allende el Atlántico y otros actores primordiales de la intención conquistadora, aprendieron muchísimo de este viaje en lo particular. En todo caso, lo suficiente para comprender que ya no se trataba solo de reclutar "indios", sino que más allá de las costas hasta entonces visitadas, al occidente remoto de esas playas, en el altiplano de Mesoamérica, había algo y algunos que ameritaban no solo su curiosidad y su riesgo, sino su ambición, su tiempo y hasta su vida. Y, pues.... siguieron adelante. A la postre, la culminación de tales acontecimientos cambió al mundo europeo renacentista, las relaciones de poder entre los poderosos, la geopolítica entonces vigente y desde luego, en estos lares, la vida íntegra de los pueblos que aquí vivían…)


Rodolfo Menéndez y Menéndez
Mérida, Yucatán, México.
(Continuará...)