Los altos funcionarios norteamericanos van a encontrar un México sumido y debatiéndose en las dificultades de esa otra crisis, más grave aunque menos crónica, que es la económica y que en buena medida ha sido importada involuntariamente de nuestros vecinos.
Un México además, que está siendo incapaz de afrontar con éxito la rampante violencia e inseguridad que la guerra contra el narcotráfico -también en esencia repercuitida desde nuestro vecino norteño- y la corrupción interna -esa sí muy propia-, están provocando en el país.
Un México finalmente que crisis y crisis amenazan con desestabilizar al extremo y que se nos está deshaciendo entre las manos.
Tienen razón las más altas autoridades de los EEUU de estar preocupadas por el traspatio y de visitarlo, aunque no creo que su visita resuelva mucho, pero más preocupados deberíamos estar nosotros porque el proceso de descomposición de nuestro país se está acelerando y no parecemos capaces de detenerlo.
Y lo que agrava todo esto, es que una buena porción de la socoedad mexicana parece no darse cuenta del problema enorme que estamos afrontando.

 
 
 
 
 
 
 
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