jueves, 10 de abril de 2003

Arqueólogos suicidas

Viñetas de la vieja Europa....

Intentona de suicidio colectivo... arqueólogos que se lanzan al Sena...!

Por Rodolfo Antonio Menéndez y Menéndez, desde París.

Está en las noticias del día. La primera página de Le Monde es testigo. Caso para atraer la atención de todos. Defensa de los intereses de un grupo. Válido y plausible, el gesto y sus motivos...

Saltaron al fin, desde uno de los puentes centenarios de este París que no deja de asombrar y deslumbrar. Desde el puente de Saint Michel, ahí frente a la isla de la Cité, de cara al Palacio de Justicia. Era un grupo de dieciséis arqueólogos. Una sola mujer entre ellos. Valiente y entrona. Valientes todos.

Por seis meses habían venido reclamando, airada y justificadamente, el absurdo de un proceso legislativo, de una disposición de este neoliberalismo rampante que aquí también quiere hacer de las suyas. Se le ocurre a Raffarin, Primer Ministro, aunque tal vez debería ser último, privatizar la actividad de la excavación arqueológica en Francia. Para ello desarrolla un proyecto de ley que revisa y modifica el estatuto legal de lo que aquí se llama la arqueología preventiva, la disciplina que organiza las excavaciones que anteceden a los grandes trabajos de acondicionamiento para la infraestructura.

El Ministerio de la Cultura, ni más ni menos, ha elaborado este proyecto de ley que prevé alterar la fuente de los recursos económicos que financian las excavaciones, dando entrada a las empresas privadas a este campo de la actividad arqueológica.

Dicen los suicidas en potencia: si este proyecto de ley, que desde hoy, 17 de junio, está en el Senado de la República, es aprobado, la actividad científica que nosotros realizamos desde el INRAP, Instituto Nacional de Investigaciones Arqueológicas Preventivas en francés, estará en grave peligro en el corto plazo. Se trata sin más cuentos de que nos dejarán en la imposibilidad de efectuar estudios serios y de publicar los resultados.

Simplemente, agregan estos suicidas heroicos, se trata de la desaparición de la investigación científica en arqueología. Nuestra profesión esta en riesgo, gritan desesperados desde el histórico puente parisino. Lo que sucederá ahora, siguen clamando los científicos, con la privatización del sector, es que surgirán una serie de empresas que se contentará con despejar los terrenos para que se haga en ellos lo que sea menester (en el interés del que más pueda, se entiende) ¡Claro, terminan diciendo, el costo de tal hacer será imbatible!

Bajo la mirada atenta de los bomberos que aquí son también agentes del rescate público, ubicados estratégicamente en la margen del emblemático río, dejando a un gran público reunido en torno a ellos en el pasmo y la angustia, saltaron al fin los valientes. Eran dieciséis. Una mujer. La cara de ella reflejaba su gran amargura. Su impotencia, agrego yo.


Según el relato de Pierre de Barthélémy, a quien su periódico, Le Monde, le concede primera plana por la nota, el grupo de valientes alcanza la margen del río sin ser interpelados por la policía. Se salvan pues de morir ahogados y se salvan también de una sanción de rutina. Está penado en París saltar al Sena. La cárcel espera a quien lo hace...y sobrevive. El que muere en el intento, ese, ese se salva siempre de la cárcel.

La dama, la única, secándose el cabello, ya a la salida del chapuzón, pies en el suelo firme del Quai des Augustins, confiesa sin salir de su quebranto: “Hace seis meses que nadie nos escucha”.

Uno de los manifestantes, ya frente al Senado francés, en el Palacio de Luxemburgo, no lejos del Puente de Saint Michel, en la margen izquierda del Sena, donde fueron a terminar su protesta, sin muchas ilusiones, ha colgado de su cuello un letrero que dice en letras manuscritas: “Un pueblo que pierde su memoria, es un pueblo que muere”

¿Qué sucederá? Lo sabremos más tarde.

Escúchalo México. Escúchalo INAH. Es un mensaje de la vieja Europa que por estas viñetas os hago llegar.

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