martes, 6 de marzo de 2007

¿El PRI de la esperanza?

El PRI del Siglo XXI.

Por Rodolfo Menéndez y Menéndez


Tomó posesión ya la nueva dirigente del PRI. Llega Beatriz Paredes Rangel con grandes expectativas por parte de la militancia y del público en general a ejercer su nuevo cargo. Llega la que habrá de impulsar una nueva etapa definitoria para el cuerpo maltrecho y dolido de esta pieza importantísima entre las instituciones del México contemporáneo. Es muy posible que en el impulso que logre la nueva dirigencia esté la clave del futuro de este partido político. Parece que es ahora o nunca. Eso se siente. Eso se percibe.

El discurso de toma de posesión de la nueva Presidenta no fue, lamentablemente, uno de fondo sino uno de formas. La debutante salió a agradar a su audiencia y no a convencer a los reticentes de que el proyecto priísta tiene un futuro. Las circunstancias tal vez obligaban a darle más importancia a las maneras que a los conceptos. Tal vez el tono de convocatoria general sea el quid que permita explicar el porqué Beatriz se instaló más en la formalidad que en el contenido.

Hay que reconocer que el talento de la dirigente pudo haber aportado más a la estructura de fondo de su discurso inaugural. Ella no lo decidió así. Uno pensaría que después de tan largo recorrido para llegar a la anhelada meta de dirigir al PRI, la nueva abanderada hubiera podido emplearse con toda su experiencia y capacidad dialéctica a despejar dudas y sembrar proyecto. Anunciar vísperas, diríase. No fue así. Prefirió la discreción y todo su decir fue para tender puentes y alargar la mano amistosa hacia todos los que pudo. ¿Es esto suficiente? Yo creo que no.

Hay sin embargo dos afirmaciones medulares en el discurso que lo rescatan del anodino silencio con relación al futuro. Por un lado Paredes Rangel acepta y enarbola el concepto de que el partido requiere el cambio. No un cambio. El cambio. Lo dice con claridad. Y después, con claridad también, reconoce que el cambio es posible. Que ella piensa que este necesario cambio debe y puede venir.

Ciertamente no camina la nueva dirigente por la brecha del decir cómo debe perfilarse este cambio y solamente al final de su discurso entra de refilón para hacer una crítica tibia y sin mucha sustentación del modelo económico recientemente vigorizado en México, desde hace más de veinte años dice ella, lo que equivale a incluir al régimen de Salinas y posiblemente a su antecesor también. Como si el modelo económico fuera el único elemento que se plantea en la verdadera disputa que en México se libra no desde hace veinte, sino muchos más años, el medio siglo por lo menos, y en el que va en juego no nada más el modelo económico, sino el conjunto del interés nacional empezando por su orientación social y, hoy más que nunca, por su propia estructura política.

Es rescatable del discurso sin embargo, aceptable como prenda de buena fe, la mención al cambio requerido por el Partido. El Partido debe impulsar su propio cambio si realmente quiere volver a ser factor importante en el proceso del país que está en ciernes. Difícilmente el PRI podrá aportar más de lo que ya hizo en su histórico derrotero si no diseña para sí un nuevo papel que sea reconocido por la sociedad como útil y válido para contribuir a encauzar a México en la dirección que los mexicanos deseamos. Y no se trata aquí de determinar si esa postura partidista lleva al instituto político al ejercicio supremo del poder público en tal o cual ámbito, no, eso finalmente resulta circunstancial y secundario desde el punto de vista de la trascendencia del desempeño de cualquier partido en el contexto del país. Se trata de que el PRI pueda y sepa ejercer la influencia relativa y necesaria en cualquier caso para contribuir a configurar una nación como a la que aspiramos la mayoría de los mexicanos, más justa, mas equitativa, más próspera.

Y en este orden de ideas el cambio que se espera en el seno del PRI es tal que en primer lugar se abandone la farsa, la simulación, el oportunismo, la ubicuidad. Se abandone el prurito de querer albergar en el seno del Partido a cuanta corriente, grupo o facción exista en el contexto nacional, como sucedió en su origen por razones precisamente fundacionales que estuvieron vinculadas con la necesidad histórica de dar cabida (desde el poder mismo) a todos bajo un mismo techo de unidad con el fin de asentar los entonces incontrolables afanes facciosos de llegada al poder público.

Un Partido para ser coherente y congruente, para ser Partido finalmente, requiere representar y representarse en una franja relativamente determinada del espectro ideológico. El PRI no puede ser más ajonjolí de todos los moles; capilla de todos los credos; música para todos los bailes. El PRI requiere definirse y en esa definición soltará necesariamente a un número importante de sus dicentes militantes. Pero los soltará para su bien. Será como una poda. Poda de la que finalmente vendrán los verdores del renacimiento. Sólo así podrá el PRI en el nuevo contexto aspirar a ser verdadero Partido que ofrezca al país una vertiente que impulse el desarrollo nacional en lo político, en lo social, en el económico.

Yo creo que Beatriz Paredes Rangel llega al liderazgo del PRI con la legitimidad, con el talento y con la visión suficiente para emprender el cambio vital. Mi pregunta es si Beatriz Paredes Rangel tiene la convicción y las agallas. De su discurso inaugural se desprende que hay un largo y difícil trecho hacia lo deseable. ¿Lo andará?


Rodolfo Menéndez
06-03-07

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